Por Orlando Pimentel De repente decenas de reporteros nacionales y locales volaron como un enjambre de abejas hacia mi derecha, mientras la multitud gritaba ´´llegó mamá, llegó mamá. Los límites de la emoción fueron rotos. La potente correa de mi cámara evitó que volara por los aires mi indiscreta compañera. Atropellado por dos gordas que querían ver de cerca a la vicepresidente me vi precisado a tomar un poco de aire y perder la oportunidad de hacer la gran pregunta a Margarita Minutos más tardes la algarabía de los…
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