Por Ramón Peralta Ese Sábado Santo, Esperanza se levantó de la cama sin recordar que era su cumpleaños número veintisiete. No sabía, como quien no sabe la hora exacta en que se le parte el alma, que había nacido un 23 de abril, en el ojo mismo de la tormenta más sangrienta de la década perdida. A las 12:13 del mediodía, una bala extraviada, disparada por el fusil de un militar con la mirada roja de odio, se incrustó en el pecho de Ramona, una mujer que cargaba en su…
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