
Biblia y vida
Padre Manuel Antonio Garcia Salcedo*
Arquidiócesis de Santo Domingo
PRIMER ISAÍAS 1-39:
El primer tramo inicia con la reprobación de Dios a su Pueblo en concordancia con los profetas del norte quienes acusan de una religiosidad de fechas, prácticas rituales y actos externos que se distancia de la justicia, deshacen el derecho del oprimido y abusan del huérfano y la viuda. Esto se llama pecado. La promesa de los pecados rojos del pueblo, si se arrepiente, quedarán blancos como la nieve indica la necesidad de la redención de Yahveh y de conversión de su Pueblo. Jerusalén ha de ser la ciudad de justicia y fiel. De ser así reinará la paz, de lo contrario vendrá la desgracia que en la persona de sus gobernantes acarrearán. La paz es promesa de Dios, pero para alcanzarla se necesita caminar en luz. Un título aparece: El Señor de los Ejércitos en consideración de una nación pequeña, débil y en crisis. El orgullo, la soberbia, los ídolos atentan contra la vida de la Ciudad de Dios, Jerusalén. Un cántico de alabanzas clama al Dios de la vida por rectitud, ayuda a los oprimidos e inteligencia para que el pueblo entienda cual es la finalidad de su destierro: los ricos con el bien han de restablecer la Viña del Señor y dejar su orgullo de lado (1-5).
En el capítulo 6 está el llamado del profeta elegido de labios impuros, ungido con el tizón en sus labios, después de escuchar en el templo la Gloria de Dios con el coro celestial del Santo, Santo, Santo. Envíame a mi… es la respuesta del profeta. Capítulo 7, recoge la promesa hecha a la descendencia de David de la venida del Emmanuel, Dios que siempre esta nosotros, nacido de una Virgen (traducción de San Jerónimo conforme a la fe católica). Anuncio del mesías o ungido, Admirable Consejero, Padre Eterno, Dios fuerte, príncipe de Paz. El Dios que se esconde, se manifestará en un Niño Nacido que nos será dado. Su misión es retirar definitivamente a los que cultivan la opresión. El Espíritu de Dios reposa sobre él con sabiduría e inteligencia, prudencia y valentía, conocimiento y respeto de Yahvé. La naturaleza hostil cohabitara en la paz por ese Niño. El conocimiento del Señor llenará la tierra como las aguas cubren el mar. La nación opresora e idolatría de Babilonia será diezmada. Nación que figura en la Historia Sagrada como dominio de Satanás en este mundo transitorio y alejado de Dios. Aviso para las naciones que atormentan al Pueblo de Dios, aunque prisionero, ha de darse cuenta de que el comer y el beber tienen una finalidad superior al esperar la muerte entre risas y fiestas. Las armas no tienen el poderío último. Será el Rey de justicia que conseguirá la liberación gloriosa de Israel. Se aproxima la liberación (8-39).
SEGUNDO ISAÍAS 40-55:
Esta sección marca el retorno del exilio de Babilonia y la marcha de vuelta por el desierto, una nueva creación, un nuevo éxodo, bajo la dirección del Siervo o Cordero de Yahvé. Voz del que clama en el desierto, enderezar y aplanar las colinas, abrir camino al Señor para que todos vean su Salvación.
La grandeza de Dios se manifestará a través de un nuevo caudillo, Ciro, el Persa que derrota a Babilonia y emplea un estilo de mando contrario a la nación que dominó el oriente medio; vuelta de los esclavos a su tierra, libertad de culto y autoregencia de sus instancias nacionales. Los cuatro cánticos del Siervo que se proclaman como primera lectura en la parte penitencial de la Semana Santa, capítulos 42, 49, 50 y 53 fueron la referencia para los Evangelistas y los Padres de la Iglesia presentarán el rostro, el accionar y el carácter del Redentor del universo: Jesucristo. Por sus heridas hemos sido sanados, eran nuestras culpas siendo inocente las que cargaba hasta la muerte, pero el Siervo verá la luz. Esto hará del pueblo de Dios una madre fértil y fiel al Señor. El desierto se convertirá en lugar de aguas para calmar la sed, caerá la lluvia y no volverá al cielo hasta que cumpla la misión de Dios, su Palabra recreará la tierra.
TERCER ISAÍAS 56-66: Todos son convocados a instaurar la justicia y la paz, fruto de la religión verdadera: pan para el hambriento, techo para los pobres, vestido al desnudo, dar el frente a las necesidades del hermano. De esta manera se sanan las propias heridas. Este es el verdadero ayuno si se retira el rostro amenazante.
La penitencia es el camino seguro para que el pueblo se levante y resplandezca para que la gloria de Dios brille sobre todos ellos. Se manifiesta definitivamente un Rey nacido del propio pueblo y el Espíritu de Dios lo ungirá para llevar buenas noticias a los humildes, consuelo al abatido, sanación a los corazones rotos y cambio de ropa de luto en traje de felicidad.
El Pueblo ha de clamar para que el mismo Dios abra los cielos y baje. Entonces se darán portentos que ni oído escuchó ni ojo vió. Habrá un cielo y una tierra nuevos precedida por el juicio a los malos y buenos, nacerá la Nueva Jerusalén como novia engalanada para el Reinado de Dios. Todo cumplido en la persona de Jesucristo y su Esposa la Iglesia.
JEREMÍAS: Hacia el año 626 AC, un joven, hijo de una familia de sacerdotes de la Antigua Alianza recibe el llamado a ser profeta de Dios para todas las naciones de la tierra ante la inminente caída de la Nación Santa por los pecados cometidos por ella. La vocación de Jeremías es paradigma de toda vocación cristiana que tiene la misión de edificar y plantar donde ha ocurrido la destrucción. Desde el vientre de su madre es llamado, y las palabras que salgan de su boca irán en consonancia, por su entrega por entero, con la voluntad de hacer avanzar la historia por parte de Dios mismo en favor de todos los pueblos.
El abandono de Dios a cambio de los propios proyectos es la primera denuncia del profeta. Para volver a Dios y a la prosperidad por Él prometida hay que pasar por un proceso de conversión que debe pasar por la pesadilla viviente de la invasión de pueblos que una vez se pretendió hacer acuerdos con ellos en un espíritu diferente a la ley de Dios. El templo y la religión como prácticas externas que aseguran favores divinos independientemente de la actuación moral sana de los creyentes no son garantías de que lo que se hace favorecerá a los gobernantes, a los sacerdotes y al pueblo en general (capítulos 1-9).
La verdadera sabiduría, valentía y riqueza están en la acogida que se haga de la Palabra del Señor. Esta fue la actitud del Rey Josías que da inicio en el libro profético a la sección de la reforma que este monarca realizó conforme a la Ley de Dios. Una vuelta al espíritu de los inicios de la Nación Santa basados en la justicia y la pureza de las intenciones del corazón del hombre. Comienzan en esta sección los gestos simbólicos por parte del profeta para explicar al pueblo el mensaje del Señor de los Ejércitos: vasijas de barro, cinturones, cepos al cuello, canastos con higos, entre otros. La intención es mostrar la falta del pueblo, su autoengaño y la necesidad de descubrir a Dios por encima de todas las cosas, actuando concomitantemente con sus mandatos.
El capítulo 23 de los malos pastores del rebaño del Yahvé, el Dios de la Alianza, costará al profeta pasar por el juicio y pasión dolorosa, anuncio de lo que Jesucristo, nuestro Dios y Señor, atravesará hasta llegar a la cruz redentora del Calvario. Por haber hecho esto, el pueblo será desterrado de la tierra de la promesa (10-29).
La tercera sección temática contiene oráculos de lo que el futuro depara a los que confían en el Señor. La promesa será de paz y restauración para Israel. La vuelta a la patria será una Nueva Alianza escrita en el corazón y con la cual todos conocerán al Señor. Las naciones extranjeras que no siguen esta alianza definitiva tendrán la suerte del exterminio que ellas acarreaban sobre los que hacían guerra. Mientras, también Judá pagará el precio del destierro por haber rechazado el Libro de los mandatos de Dios y haber martirizado a su profeta verdadero (30-52). *Doctor en Teología Católica.