Santo Domingo Este. – En una noche de diciembre, cuando las estrellas parecían bailar al compás del viento y el aroma de la Navidad se percibia en el aire, la Pastoral Social Vicarial de Santo Domingo Este organizó un encuentro que, aunque parecía simple en su concepto, se tornó en algo más profundo, un abrazo de fraternidad que unió corazones, culturas y generaciones.
Fue en la acogedora residencia de Félix Antonio Gómez y su esposa María Ramona Tiburcio, en un rincón que parece detenido en el tiempo, donde la magia comenzó a tejer su propio cuento.
El evento, celebrado en un ambiente festivo y cargado de risas, fue dirigido por el Padre Juan Fabian Reyes, quien, como buen narrador, tejió relatos que, como espejos, reflejaron la alegría, los retos y la esperanza del pueblo que lo escucha. Junto a él, la presencia de figuras cercanas al trabajo pastoral, como los representantes de las 5 zonas pastorales, entre ellos los de San Isidro, Boca Chica, oriental sur, villa Duarte, Las Américas y Los Mina, crearon una atmósfera de unidad y celebración que trascendió el espacio físico.
La noche estuvo matizada por la participación artística del joven Bry R ( Bryan Rivas), cuyas notas musicales parecían envolver el lugar en un remolino de colores invisibles. Los acordes de las canciones resonaron, casi como si el mismo viento del Caribe se uniera a su música, moviendo las sombras y las luces de una celebración que tenía mucho más que ver con el alma que con lo visible.
Bailes, risas y una deliciosa cena completaron la escena. En la mesa se sirvió un moro de guandules que, como un buen cuento, tenía su propia historia en cada grano; su propio mensaje de unidad en cada bocado. A su lado, el cerdo y pollo a la «Golden Blue», dorados como el sol en un amanecer de diciembre, eran acompañados por una ensalada fresca, como una caricia para el paladar.
Las anécdotas del Padre Juan Reyes y Pedro Alvarado fueron como puentes invisibles que unían las historias de cada asistente, desatando carcajadas y creando momentos de regocijo que parecían detener el tiempo. Cada palabra, cada gesto, parecía tocar las fibras más profundas de aquellos presentes, invitándolos a la reflexión y a la celebración de la vida.
Este compartir navideño no solo fue una fiesta de colores, de sonidos y sabores, sino un testimonio de la fraternidad, el compromiso y el amor cristiano que trasciende más allá de las paredes de una casa o de las fronteras de una parroquia. Fue un recordatorio de que, en estos tiempos de luces brillantes y frío exterior, la verdadera Navidad se encuentra en el calor de un abrazo, en la solidaridad de un gesto y en la unión de los corazones.
La Pastoral Social Vicarial agradeció la presencia y participación de todos los asistentes, reafirmando el compromiso con la comunidad y con los valores que, como hilo dorado, unen a la familia cristiana en este tiempo de paz, esperanza y amor. Y mientras la noche se desvanecía, como en un buen cuento, la magia seguía en el aire, un recordatorio de que, en cada rincón de Santo Domingo Este, la Navidad es un estado del alma.