Por Orlando Pimentel
En el corazón del Santuario de Getsemaní, en San Francisco de Macorís, el tiempo pareció detenerse el pasado domingo 8 de diciembre, como si el mismo cielo quisiera abrazar a la tierra en un encuentro sagrado. Los fieles de la parroquia San Vicente de paúl, al ingresar al santuario, cruzaron el umbral de lo terrenal para adentrarse en un espacio donde lo divino y lo humano se entrelazaron en una sublime armonía.
El Retiro de Adviento 2024 se convirtió en un peregrinaje hacia el alma misma de la espera y la esperanza. Guiado por la serena sabiduría de Mons. Ramón Alfredo de la Cruz Baldera, el retiro no solo fue una invitación a prepararse para el nacimiento de la luz en el mundo, sino un viaje interior, un regreso a la esencia misma de la fe.
Desde los primeros rayos del alba, el santuario resonaba con los susurros de plegarias antiguas, como si los muros, testigos de generaciones pasadas, quisieran recordar a todos que la fe, como la semilla en la tierra, sigue dando frutos. Los asistentes, llegados desde la Parroquia San Vicente de Paúl, no solo se sintieron atraídos por el mensaje del Adviento, sino por la presencia magnética de Mons. De la Cruz Baldera, quien, como un alfarero del espíritu, moldeó corazones con palabras impregnadas de una gracia intangible.
El tema central del retiro giró en torno al Adviento como un tiempo de preparación. Mons. De la Cruz invitó a los presentes a emprender un viaje hacia el nacimiento de la esperanza encarnada. Las enseñanzas del obispo resonaron como ecos de antiguos salmos, tocando las fibras más profundas de los presentes, despertando el anhelo de redescubrir el sentido del tiempo de espera, un tiempo no de pasividad, sino de un aguardo activo y confiado en el misterio divino.
Bajo la sombra protectora de los árboles del santuario, donde el viento susurraba como las voces de aquellos que han caminado por esos mismos caminos, los fieles compartieron momentos de oración, reflexión y comunión. Era como si el aire mismo con presencia de espiritualidad invitaba a cada alma a mirar hacia dentro, hacia esa luz que arde en el interior, incluso en las noches más oscuras.
La celebración eucarística, fue una apertura: una puerta hacia un Adviento vivido con profundidad, con el alma dispuesta a recibir la venida de lo divino. Al igual que una semilla que, al ser sembrada en tierra fértil, germina en frutos de esperanza, así el encuentro de los fieles con lo eterno se convirtió en una certeza: lo divino no es un lejano misterio, sino una presencia constante en cada corazón dispuesto a recibirlo.
La celebración no habría sido posible sin la colaboración de los guías espirituales que acompañaron a los fieles en este viaje de fe: P. Jesús María Martínez, encargado del Santuario de Getsemaní; P. Jean Samuel Reynald; P. Pelagio Taveras Hilario; y el Diácono Dumy Deliska, quien proclamó el Evangelio mientras el Padre Martínez ofrecía la homilía.
Así, entre el susurro del viento y el canto del alma, el retiro de Adviento 2024 dejó una huella indeleble en el corazón de todos los presentes, recordándoles que lo eterno habita en lo más profundo de nuestro ser, esperando ser descubierto en cada paso que damos hacia la luz.