Por José Núñez
Parece contradictorio pero es real, actualmente las organizaciones políticas se enfrentan a situaciones que muchas veces les pueden resultar incomodas, ya que presentan una membresía numerosa, pero no son militantes, y al estar estas instituciones sin una línea clara de lo que es un miembro o lo que es un militante, las confusiones no se hacen esperar.
Y estas confusiones se van a incrementar toda vez que el privilegio de elegir a sus candidatos en un primer momento entre los miembros de un partido político, parece que se lo van a quitar, y si ese tradicional derecho no se los arrebatan en todas las organizaciones, en la mayoritaria y en la que está en el poder -el PLD-, el asunto de que voten todos en las primarias es un hecho a punto hasta de legalizarlo.
El miembro de un partido, es aquel que se inscribe en la organización con derecho a voz y voto, pero que no se involucra en los trabajos, salvo esporádicamente o nunca, se mantiene estático en ese listado o en varios listados de diferentes partidos.
Mientras que el militante de un partido, es el miembro comprometido, el que realiza las tareas partidarias y que da la cara en las buenas y en las malas. Son los hombres y mujeres conocidos por todos en los sectores y en los barrios donde accionan.
Son situaciones irónicas, ya que el partido que se jactaba de ser el que dizque tenía dirigentes bien formados y organizados, resulta y viene hacer, que la práctica nos dice que ahí existe «mucho de espuma y no hay tanto chocolates», y si lo había entre los morados, se ha esfumado.
Inclusive, hasta en los partidos pequeños y pequeñitos presentan una cantidad de miembros relativamente grande para su número de simpatizantes, pero el meollo del asunto en las organizaciones políticas se da cuando requieren realizar uno que otro trabajo de masas, donde se necesita una buena cantidad de personas dispuestas a dar la cara
En las organizaciones más reducidas o en las emergentes es un verdadero drama encontrar un buen número de militantes.
Esta realidad de requerir muchas personas, especialmente para un trabajo político de calidad y del contacto cara a cara, hasta en muchas organizaciones políticas que se precian de ser grande o mayoritaria, se delata que esta situación les crea un inconveniente y las ubican en su tamaño real, en lo que verdaderamente son.
No valoramos las actividades de masas tipo chercha con gentes en camionetas y motocicletas porque son generalmente pagadas, salvo honrosas excepciones, y en esos proselitismos carnavalescos acuden muchas personas y lúmpenes más por los 200, 300, 400 ó 500 pesos que puedan conseguir, y de paso, el pica pollo con su respectivo pote de ron para el chupe.
En otras palabras, en los partidos políticos y especialmente cuando comienza algún candidato a posicionarse y mostrar crecimientos significativos, se puede observar que existen más personas dispuestas a organizarse por una que otra vía que les sea cómoda o sin tener mayores contratiempos que los miembros del partido con disposición de organizarlos, ya que los militantes escasean.
Es una verdad redonda, incuestionable, las circunstancias en que viven hoy los partidos políticos del sistema por no tener la cantidad de personas adecuadas para el trabajo militante. Es que al no educarlas ni disciplinarlas política e ideológicamente, se han ido perdiendo el compromiso y la mística de sus integrantes frente a estas instituciones.
Y la mejor muestra de la actualidad lo evidencia el Proyecto Presidencial del doctor Leonel Fernández, ya que la cantidad de personas que están interesadas en darle sus firmas para que vuelva a gobernar el país en el 2020, ha rebosado la capacidad operativa de los hombres y mujeres que están en las calles buscando o recogiendo esas firmas por varias horas semanales.
Independientemente de que en pocos meses el llenado y las firmas de los formularios en pro de que vuelva Leonel Fernández en el año 2020 ha logrado un número impresionante de éstas, casi un millón trescientas mil a la fecha, fundamentalmente si se pondera desde un punto de vista que no es en base a dádivas y a un puesto de trabajo.
Porque aunque es su partido (el PLD) el que ostenta el poder en el Estado, los leonelistas no son los que controlan la distribución de las funditas, las ayudas y los boroneos, en otras palabras, «los sobrecitos».
Esa es la realidad, existe más gente dispuesta a registrarse para apoyar a Leonel Fernández, relativamente hablando, que militantes del partido o personas en cantidades adecuadas en disposición de ir tras esas firmas en un tiempo record.