Manny Valenzuela y la magia de reunir corazones: Junte RD enero 2025

Por Orlando Pimentel.-

Santo Domingo Este. – Dicen que el tiempo tiene manos invisibles, y que, cuando quiere, las extiende para trenzar los destinos dispersos. Así fue como, este 25 de enero, en un evento bautizado como el Junte RD, los compañeros de la promoción 1992 del Liceo Ramón Emilio Jiménez se reunieron en un encuentro lleno de alegría, nostalgia y momentos inolvidables.

La chispa de este mágico reencuentro tuvo nombre: Manny Valenzuela. Su regreso a República Dominicana no solo trajo consigo un aire cargado de recuerdos, sino que, junto a su extraordinaria esposa Lily, quien lo acompañó al encuentro, se encargaron de ser los anfitriones de una noche que quedará grabada en los corazones de todos los presentes. Lily, con su calidez y amabilidad, conquistó a cada persona allí, demostrando que detrás de todo gran hombre hay una mujer igual de extraordinaria.

Entre las risas, abrazos y anécdotas de los años dorados de la secundaria, nombres como Tania, Mirelis, Glenia, Yesenia, Francisca, Ángel, Virginia, Ruth, Miosotis, Josefina, Amín, Francisca, Thania y Johan se entrelazaron en historias que parecían revivir los días de juventud, esos que parecían estar guardados en un rincón del tiempo. Fue como si cada uno de ellos hubiera dejado por un momento sus responsabilidades y sus vidas actuales para volver a caminar por los pasillos del liceo.

Yo, Orlando Pimentel, fiel oyente de TropicalNewYork.net, estuve ahí. Sí, estuve ahí. Tuve el honor de ser parte de esta noche única y, además, de conocer a Manny Valenzuela, director de esta memorable emisora. Encontrar palabras para describirlo es difícil, pero puedo afirmar con certeza que su calidad humana es un regalo divino. Dios me permitió estrechar mi mano con alguien que deja una huella imborrable en quienes tienen el privilegio de cruzarse en su camino.

Este reencuentro no fue simplemente un evento; fue un rito mágico, una ceremonia en la que el tiempo dejó de ser lineal. Las risas parecían tener eco, rebotando entre los muros invisibles del recuerdo, mientras las historias cobraban vida como si el pasado mismo hubiese decidido participar en la conversación.

La magia de la noche dejó una promesa en el aire: este no será el último junte. Los corazones salieron renovados, con la certeza de que, aunque el tiempo siga avanzando, siempre será posible detenerlo por una noche para volver al lugar donde todo comenzó: el aula imaginaria que nunca abandonaron del todo.

Dicen que encuentros como este no son casualidades, sino un recordatorio de que hay momentos en la vida que se convierten en eternidad. Y así fue aquella noche: eterna, mágica y llena de un amor que el tiempo nunca podrá borrar.

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