Por Roberto Veras.-
Decisiones, decisiones, decisiones. Las hacemos todos los días, algunas son buenas, otras son malas. Todas nuestras decisiones tienen consecuencias, así que elija sabiamente». A veces las consecuencias son menores y a veces las consecuencias son grandes, realmente cuando son grandes, luego tenemos que vivir con ellas.
Es una mala decisión correr a un hermano del hogar donde ambos crecieron sin la anuencia del padre, en mi caso, créame, he tomado mi parte de malas decisiones, algunas de las cuales todavía estoy viviendo el día de hoy.
Aprendemos de nuestros errores. Cuando vives con las consecuencias de las malas decisiones de una manera que te comen vivo, consumen tus pensamientos o dejas que arruinen tu vida, eso se llama arrepentimiento.
Y, si aún no lo sabe, los arrepentimientos son una pérdida de tiempo. Gastas tu energía caminando por un camino oscuro y deprimente cuando en cualquier momento puedes doblar la esquina hacia la luz y la calidez del Callejón del Perdón. Depende de usted qué camino tomar una vez que haya tomado una mala decisión.
Pensar en ello incesantemente, llorar por ello, quejarse y desear que no hubiera sucedido no va a hacer nada para cambiar lo que sucedió, entonces, ¿por qué pasar por el drama? Puedes convertir una mala decisión en un albatros si no la dejas ir y permites que te destroce, que por cierto es una decisión aún peor.
Entonces, cuando descubra que ha tomado una mala decisión, lo cual todos hacemos, anótelo a otra de las lecciones de la vida y ocúpese de aprender de ello, y luego déjelo ir y siga adelante.
No hay duda de que las malas decisiones pueden cambiar el curso de tu vida, pero el hecho de que te topes con un bache en la carretera o, para algunos, con un cráter, no significa que no puedas seguir adelante y seguir teniendo una gran vida. ¡Es tu decisión!