Por Ángel Franco Rodríguez
La mejor manera de mostrar tu fe en Dios, es creyendo en ti mismo, sí crees en tí, cree en Dios, porque el señor te hizo a imagen y semejanza de él
La noche de mi graduación de bachiller me puse a reflexionar sobre ese pequeño logró en mi corta vida y me di cuenta de que sólo puse el pie derecho en el primer peldaño que conduce a la cima del éxito.
Mientras miraba ese certificado reflexionaba del significado de ese pedazo de cartón, el cuál solo daba fe de que había aprobado un escalón que me abría la puerta de la universidad, que mis logros no son esas calificaciones de estudiante meritorio, sino esa confianza en mí mismo, que había adquirido en estos dos últimos dos años, que pudieron haber sido los más triste de mi vida, y sin embargo son los de mayores logros y satisfacciones.
Deseo compartir una pequeña parte de mí para que los jóvenes de mi edad que lean este escrito sepan que Sí se puede, se puede alcanzar cualquier meta, no hay nada difícil, solo ponerle entusiasmos y perseverancia.
Por la gracia y el amor de nuestro creador tengo un padre muy bueno y una madre excelente que se han preocupado por darme la mejor educación, pero aún así no era un niño totalmente feliz, sentía que me faltaba algo, tenia un vacío que no se podía llenar con viajes, ni visitas a lugares fabulosos.
En mi niñez creía de manera errónea que mi padre amaba a mi hermano contemporáneo más que a mí, pero era que ese hermano que me lleva meses hacia sus tareas o la clase de inglés con mayor rapidez que yo, y fui creciendo con ciertas inseguridades, qué sólo se me calmaban cuándo mi madre me hablaba, quien mostraba el mismo amor por los tres.
Admiraba y admiro de mi padre esa capacidad de delinear esos planos de edificaciones complejas y de casas modernas, esos cálculos matemáticos con que logra eso me impactó de manera confusa y hoy es un aliciente positivo y de orgullo hacia mis metas.
Hace un tiempo no muy lejano sucedió una división que llenó de angustias mi corazón, perdí el apetito, me propuse a no pisar un aula más y declararme en rebeldía por ese golpe tan brutal que la vida nos había dado muy duro como familia.
Después de varios días en crisis, Mi madre se desesperó y aún en ese instante mantuvo su voz dulce, me dijo -Sino cena, yo tampoco lo hare, así que ponte cenar que tengo hambre. El tono de su voz me sacó una sonrisa y para que mi madre no se sacrificara hice el esfuerzo de comer algo.
Luego de la cenar, ella trajo mi mochila y con voz semi autoritaria ordenó -Haz tus tareas y mañana hay clase. Con sentimiento de derrota Le dije -mami, lo único que me gustaba era ser ingeniero como mi padre y había perdido totalmente las habilidades para las matemáticas, ni quiero estudiar.
Me dio un abrazo y hoy todavía siento la humedad de esas lagrimas que caían sobre mis hombros cuándo mi madre desconsoladamente me decía la gran fe que tenía en mi capacidad para alcanzar cualquier meta que propusiera.
Meses más tarde yo era un destacado estudiante, y de ser un joven tímido me convertí en un alumno sin miedo escénico y con la autoestima tan alta, que en lugar de sentir pánico de hablar en público, hoy siento una emoción al pararme frente a un auditorio y expresar el plan de Jesús para la humanidad.
Mi hermano mayor junto a mi madre fueron determinante en ese nuevo estilo de vida que me hace más feliz y que me ayuda a valorar cada día más a quienes después de Dios me dieron la vida.
A cada adolescente que este leyendo esto, solo le digo que luchen por sus sueños y anhelos, que con perseverancia todo se puede lograr.
El futuro no me preocupa ni me angustia, en lugar de estresarme, estudio duro y trato de ser útil en la vida y los demás llegara por añadidura.
Esta noche, gracias al señor ascendí un escalón en mi formación, no recibí otro diploma, pero logré compartir una historia que tal vez le sirva de estímulo a un joven que en cualquier lugar del mundo, hoy haya sentido dudas de su capacidad y tal vez a partir de ahora diga, sí él pudo, ¿Por qué yo no puedo lograrlo ?