Por Amaya Ramos
A esta hora hace hoy una semana que recibí la llamada más dura que no imaginé si quiera recibir…
A este punto hablar sin redundar es difícil, lo único que me queda por decir es que #RobertVargas además de ser hijo distinguido del municipio también fue un hijo responsable quien nunca se descuidó de sus padres, Doña Dominga Vargas y Don Ramón Ramos. Y ahora ellos lo están arrullando.
Además de ese maestro quien forjó a tantos profesionales en diferentes ámbitos, quien vivió siendo el auxilio y brújula de muchos que hoy agradecen al cielo haber llegado a conocerlo. Robert también fue un hombre protector y solidario con sus hermanos quienes fueron parte vital en su desarrollo. Su primera cámara era de Orlando Ramos y a quién se ama más que a la niña más pequeña de la casa Bilbania Ramos, en quién yo todavía alcanzo a ver en su rostro y persona a mami Emma.
Robert fue un buen amigo quien usó siempre su voz por el que sufre sin esperar ni aceptar nada a cambio. Llevó todo el tiempo como corona el hecho de ser veraz y honesto y ésa corona nos la heredó en vida a sus hijos Atahualpa, Dinorkys y mí. Nunca ser ostentosos, valorar más la integridad de los individuos a nuestro alrededor que los lujos que estos puedan ofrecer. Nos enseñó a pensar, a hablar, a pelear. Asimismo se aseguró de plantar en sus nietos la semilla de la curiosidad, del pensamiento independiente y crítico y comportamiento correcto.
Como su Amayita Linda, como su bebé, yo le agradezco a todo el que hoy ha salido a los medios de comunicación y asambleas políticas del país en reconocimiento a su vida y obra. A él, con su corazón de niño eterno, se le hubieran llenado los ojos de lagrimas y el pecho de orgullo, feliz! Feliz porque eso significaría poder llegar a más personas, hacer crecer su labor y poder crear más cambios. Poder seguir ayudando.
Pero para mí él nunca fue el profe a pesar de haber sido también mi maestro en el liceo; ni el señor director de prensa cuando me llevaba a la Agencia EFE ó cuando compaginábamos en la mesa del comedor de mi mamá el formato impreso de CiudadOriental y proyectos de revistas anteriores; tampoco fue ese activista de izquierda con quien cantaba el Himno a la Revolución… él era el ser humano más humano, sencillamente mi pa’… y en los últimos años cuando alcanzaba escaparse y llegar a nosotros él era él mismo y se sentía en verdad feliz.
Escribiendo esta carta de adiós, de hasta pronto, se me corta la garganta y de nuevo lloro porque recuerdo mi propio reflejo en sus ojos al sonreírme, luego besarme y abrazarme.
De todos tus títulos “papi” fue el más grande y el que más te importó y al obrar siempre decías “mis hijos nunca se tendrán que avergonzar de mí.”
Gracias a Dios por concederme el que fueras tú mi papá. Ahora ya descansa que tu familia seguirá aquí, de a chin chin, y tu legado permanece y se respeta aún cuando no nos ves, como siempre nosotros lo hemos hecho.