Por Roberto Veras.
¿Alguna vez te ha preguntado, porqué a menudo presenciamos a alguien, lo percibimos como un candidato claramente inferior para algún cargo de elección, ganamos su campaña y nos convertimos en su seguidor, a pesar de su miopía política?
¿Por qué algunos de ellos, que se postulan para un cargo, pierden, a pesar de ser más adecuados para el servicio que pueden prestar a los ciudadanos?
Después de haber participado en más de diez elecciones durante estas cuatro décadas, he llegado a la conclusión que los votantes somos culpables de los malos candidatos electos.
En casi todas las elecciones en este país, al menos la mitad de los votantes elegibles, no aprovechan su derecho para participar en este proceso y el derecho para votar.
A menudo oímos a alguien, ya sea afirmando que su voto no importa, o que no les gusta ninguno de los candidatos, y no estamos interesados, simplemente en votar.
Demasiados votantes, emiten sus votos, en función de la retórica y las promesas de un candidato, incluso cuando pueden ser falsas, engañosas o vacías.
Debemos considerar que es nuestra responsabilidad mirar más allá de estos, y centrarnos en las calificaciones, las ideas, la relevancia y si buscan soluciones viables y sostenibles para los problemas de la mayoría.
¿Por qué muchos votan por alguien? Aunque pocos lo admiten, muchos emiten sus votos, basándose en sus beneficios personales, en lugar del bien común y las necesidades futuras de las mayorías.
En los últimos años, he observado que las encuestas políticas a menudo son inexactas, y si los candidatos que participan en ellas son leales, es lo único que marca la diferencia. En estas primarias de los diferentes partidos, masivamente debemos ejercer el voto para luego no lamentarnos.