Por José Núñez
Así son las cosas entre el discurso y el posicionamiento, porque lo primero que hace un aspirante a un cargo electivo es organizar una estructura mínima de trabajo.
Por supuesto que primero pensó en ser un aspirante, por eso es que de una forma u otra, lo primero que se oye de un precandidato son sus ideas, razonamientos o argumentos a través de un discurso sobre sus intenciones políticas.
Independientemente de que el planteamiento discursivo del precandidato sea dicho a una persona, a dos o a un grupo reducido o amplio, pero de cualquier forma, lo primero que hace después de haber tomado su decisión de aspirar a un cargo electivo, es el discurso.
De ahí es, que no importando la situación del interesado en un proyecto político de la dimensión que sea, debe comenzar cuidando el discurso, e ir cohesionando el mismo con su posicionamiento real, y si se quiere, hasta con el potencial objetivo que tienen tales propósitos.
Esa es una realidad de cualquier precandidatura que quiera lucir con buenas perspectivas y a la vez, que la población le tome respeto.
La coherencia entre el discurso y la popularidad no tienen nada que ver con las experiencias u otras cualidades de un precandidato, si se emociona o no mide su posicionamiento real y el potencial; del presente y del futuro también, sus planteamientos van a estar desvinculados de su realidad. Eso es fatal en un aspirante.
Y si usted como precandidato desconecta su discurso de su posicionamiento verdadero, tal yerro o desliz, puede costarle llevarlo a un entierro definitivo, no el de una coyuntura donde no tenía ningún chance que no fuera el que solo estaba en su cabeza, también para el futuro va a pagar esta falta de lo que parecería escasez de un buen sentido común.
Precisamente, en esa conexión del discurso de un precandidato a la presidencia de la República y su popularidad medida en las encuestas de prestigio, como es en una competencia interna, por eso lo de Pre, los interesados deben ser intensos, activos, pero absolutamente cuidadosos para no hacer el ridículo frente a sus pretensiones presidenciales.
Situación que se pone más al desnudo entre el discurso coherente con el posicionamiento, como por ejemplo sucede en la actualidad en el partido gobernante, el de la liberación dominicana (PLD), ya existen más aspirantes presidenciales que los que hay en cualquiera de las provincias del país optando por ser senadores o alcaldes.
Eso de las aspiraciones masificadas a la primera magistratura del Estado en el PLD, es algo inaudito y a la vez inédito en esa organización política.
En este sentido es que muchos precandidatos pierden la noción de la coyuntura y desvinculan su discurso con su popularidad frente al pueblo, y no puede haber algo más patético que un aspirante creyéndose que está bien posicionado en el electorado, cuando sus números no se acercan a un digito respetable.
Por cierto, si es que existe tal cantidad de un digito que se pueda llamar respetable electoralmente hablando en una competencia interna con más de media docena de interesados, ¿y es qué realmente compiten?, con una aceptación tan ínfima.
Más ahora, que la ley manda o ellos en la alta dirección morada se aprobaron primarias abiertas, es decir, el pueblo es que va escoger sus candidatos oficiales y la Junta Central Electoral es la que va a administrar el proceso, o sea, que antes de ir al día final, ya con mucha antelación se delatarán los resultados porque no habrá muchas maniobras para retorcer la realidad.
Entonces, señores aspirantes presidenciales peledeístas, aunque lo igualen invitándolos a las entrevistas en los diferentes y abundantes medios de comunicaciones del país, y también realicen «competencias en las redes sociales», de por Dios, ubíquense.
Se puede soñar en cualquier actividad humana, pero no se le debe perdonar a quién o quiénes quieran dirigir una Nación, hacer el ridículo públicamente.