Por Roberto Veras
Santo Domingo Este.-Por muchos años, la isla caribeña que comparten Haití y la República Dominicana ha sido testigo de una historia entrelazada y compleja. La parte occidental de la isla, que hoy conocemos como Haití, tuvo un destino marcado por el descuido de España y la transformación forzada por los franceses.
En el siglo XVII, esta parte montañosa de la isla fue convertida en la plantación agrícola más importante de las nuevas tierras americanas por los franceses. La explotación de sus recursos naturales, impulsada por la trata de esclavos africanos, generó una riqueza desmedida para Francia, mientras que el sufrimiento de los esclavos haitianos marcaba un capítulo oscuro en la historia.
Sin embargo, la independencia haitiana en 1804 cambió el rumbo de la isla. Haití se convirtió en la primera nación independiente de América Latina y el Caribe, pero también en la más empobrecida. La lucha por la libertad tuvo un alto costo económico, y el país se encontró en una situación precaria.
En 1777, un acuerdo entre España y Francia cedió una parte de lo que hoy es Haití a los franceses. Este acuerdo trazó las bases para las actuales fronteras y la línea divisoria que sigue siendo motivo de discordia. El tratado fue firmado el 3 de junio en la localidad madrileña de Aranjuez por el conde de Floridablanca, en nombre de Carlos III de España, y el marqués de Ossun, en representación de Luis XVI de Francia.
Desde su fundación, Haití ha enfrentado problemas con la parte oriental de la isla, ahora la República Dominicana. Esta tensión histórica se refleja en los desafíos actuales, como la migración y los acuerdos fronterizos.
Hoy, mientras Haití busca resolver sus problemas económicos y sociales, el diálogo se presenta como una opción más esperanzadora que la confrontación. La cooperación entre ambas naciones vecinas puede ser la clave para superar las barreras que han persistido a lo largo de los siglos.
Es fundamental recordar que la historia compartida de Haití y la República Dominicana no solo está marcada por conflictos, sino también por momentos de colaboración y solidaridad. La isla en su conjunto es rica en cultura y recursos naturales, y ambas naciones tienen mucho que ganar al trabajar juntas para un futuro más próspero.
En última instancia, el legado histórico de la isla compartida debe servir como un recordatorio de la importancia del diálogo, la cooperación y la búsqueda de soluciones pacíficas. Solo a través de un esfuerzo conjunto, Haití y la República Dominicana podrán construir un mejor mañana para sus ciudadanos y forjar una relación más sólida en beneficio de toda la región caribeña.