Por José Núñez.
Todo el que está en el mundo de la política, de una forma u otra, sabe que la fortaleza principal de cualquier partido, está fundamentada básica y exclusivamente en una variable principal; la unidad inquebrantable de los miembros en sus propósitos.
Pero cuando hablamos de unidad en una organización política y la misma está imbuida en un proceso electoral, es de una unidad real que hablamos, es decir, que van prácticamente todos sus integrantes tras el mismo objetivo con una meta bien específica por alcanzar.
Aunque resulta, que con un comportamiento no muy racional y de escasa inteligencia política emocional para salir airoso en las elecciones municipales del próximo 16 de febrero, la oposición partidista anda en sentido general dispersa.
Ignoran que tienen de frente al Partido de la Liberación Dominicana (PLD), el cual en los últimos 24 años, desde el 1996 al 2020, ha perdido solamente dos veces en 8 procesos eleccionarios, los cuales fueron en los años 1998 y el 2000, para las elecciones congresuales y presidenciales respectivamente.
Pero que además, el PLD está en el poder, entonces, ahora lo quieren derrotar a nivel municipal utilizando otra vez métodos de campaña inapropiados, independientemente de que recientemente se dividió la organización que gobierna las cosas públicas, pero aún conserva el control del erario y una capacidad de mover logística muy por encima de sus principales competidores; los partidos Revolucionario Moderno (PRM) y Fuerza del Pueblo (FP).
Es que anda la oposición política al partido morado en su mayoría, cada cual por su propio lado, y con sus propias fuerzas, están y siguen como «la mala res», andando solos, atomizados, por lo tanto, después de este próximo golpe, quizás aprendan un poquito la lección.
Parecen olvidar desde los sectores opositores al PLD y al gobierno del licenciado Danilo Medina, que después de la desaparición física del Sátrapa, Rafael Leónidas Trujillo, el 30 mayo de 1961, la clave de los triunfos electorales en la política criolla han sido todos sin excepción, por la conjugación de varias fuerzas de los sectores nacionales, y en algunos casos, hasta con el apoyo foráneo, obviamente, la unidad fue y es la condición sine qua non.
Es que debemos repetirles y repetirles hasta el cansancio a los políticos criollos, que la fragmentación, el atomizarse en las competencias electorales, y especialmente cuando el partido que gobierna es el mayoritario, tanto en estructuras como en los recursos económicos, que para enfrentarlo, hay que acumular el mayor número de sectores y de las fuerzas políticas.
Por supuesto, hay que crear las condiciones y llevar a cabo alianzas políticas electorales
amplias o bien representativas de los diferentes sectores sociales por parte de la oposición, lo cual solo se ejecuta, despojándose de prejuicios y haciendo algunos sacrificios los que encabezan el sector opositor.
Naturalmente, para llevar a acabo lo expresado precedentemente, hay que tener una verdadera intención de derrotar en las urnas a los que gobiernan, y al mismo tiempo, prepararse para garantizar que se respete la voluntad popular.
Precisamente, por lo que se está observando en el ambiente electoral municipal para las próximas elecciones del 16 de febrero, es que se percibe, que la oposición al no hacer alianzas con inteligencia y de forma vasta en cada municipio del país, se da por un hecho, que independientemente de que el PLD y sus aliados pierdan algunas alcaldías, van a seguir con la mayoría de éstas bajo su control.
Solo se le puede arrebatar el poder a los más grandes, cuando la unidad arropa todo el escenario político electoral de una nación, ya que si se hace en partes y en menor proporción de las mismas, con eso se queda el adversario; con la menor parte.