Contaminantes hormonales: salud en riesgo

Son tóxicos ignorados y cotidianos que pueden causar enfermedades como cáncer, diabetes o contribuir a la fibromialgia. Así define el doctor Nicolás Olea Serrano a los contaminantes hormonales (EDC por sus siglas en inglés). Se pueden encontrar en alimentos, agua, envases, juguetes, textiles, cosméticos, plaguicidas, productos de higiene, materiales de construcción…

EFEsalud ha entrevistado a este catedrático de la Universidad de Granada, especializado en Radiología y Medicina Física, y a Dolores Romano Mozo, responsable de políticas de químicos de Ecologistas en Acción, ONG que acaba de publicar una guía para ayudar a las administraciones locales a que limiten la exposición de las poblaciones a estos contaminantes, de nombres extraños y de difícil pronunciación como: bisfenol, bifentrina, Ftalatos, clortalonil, ditriocarbamato, procloraz, carbendazim o el famoso DDT o PVC.

Entre plásticos, textiles y cosméticos, afirma Olea,  figura “una parte importantísima de la exposición a la que está sometida la población, no profesionalmente expuesta, es decir la gente normal”. A esto se añade la alimentación, por sus plásticos del envasado  y el procesado, así como los residuos de los pesticidas.

En los plásticos, los ftalatos y los bisfenoles, como el bisfenol A, “son los reyes”. En los cosméticos las bezonfenonas y los parabenos  son los componentes más abundantes.

“La exposición que ocurre a través de los textiles, es una gran desconocida. Sabemos que participan de los dos mundos: plásticos y cosméticos, porque se emplean filtros ultravioleta, perfluorados y polibromados que son  retardadores de la llama, y que se adicionan a la fibra sintética para evitar que ardan”.

En lo que respecta a los alimentos están los residuos de pesticidas, los materiales del empaquetamiento que son muy variados y los materiales empleados en la preparación de los mismos. El ejemplo más conocido de disruptor endocrino es el prefluirado empleado en sártenes antiadherentes, “que nos preocupan mucho”.

Ambos coinciden en señalar que si hay tantos EDC es porque son ampliamente utilizados en la composición de muchos productos de uso habitual, y los consumidores pueden estar directamente en contacto con estas sustancias a través de la piel, en el caso de los cosméticos y textiles, pero también pueden ingerir residuos de pesticidas y envasado y procesamiento de alimentos a través de su alimentación diaria.

Para Dolores Romano es importante señalar que no se dispone de información sobre las propiedades tóxicas o eco-toxicológicas “de la amplia mayoría de las más de 116.000 sustancias que se encuentran en el mercado europeo, aunque se han identificado más de 1.500 sustancias capaces de alterar el sistema endocrino”.

Riesgos y daños

Los EDC, también llamados disruptores endocrinos, son sustancias químicas capaces de alterar el sistema hormonal, tanto en seres humanos como en animales, responsable de múltiples funciones vitales como el crecimiento o el desarrollo sexual.

Al imitar o alterar el efecto de las hormonas, los disruptores endocrinos pueden enviar mensajes confusos al organismo ocasionando diversas disfunciones.

Todos estamos expuestos a sustancias químicas que pueden alterar nuestro sistema hormonal y causar numerosos problemas de salud de efectos irreversibles.

Se trata pues de una una contaminación invisible, y todos la sufrimos  de manera involuntaria. Nuestro entorno está lleno de los disruptores endocrinos: nos rodean en la calle, el trabajo, la escuela, la casa…

Ambos entrevistados refieren que la OMS y el PNUMA publicaron en 2013 una revisión del estado del conocimiento científico sobre los disruptores endocrinos que relacionaba la exposición a éstos con los siguientes efectos sobre la salud humana:

– Daños al sistema reproductor masculino: disminución de la calidad del semen e infertilidad, malformaciones congénitas del tracto urogenital como criptorquidia (no descenso testicular) e hipospadia (posición anormal de la apertura de la uretra).
– Daños al sistema reproductor femenino: pubertad precoz, reducción de la fecundidad, síndrome de ovarios poliquísticos, reducción de la fertilidad, resultados adversos del embarazo, endometriosis y fibroides uterinos (tumores no cancerosos).
– Tumores en órganos hormono dependientes: cáncer de mama, cáncer de ovarios, cáncer de próstata, cáncer de testículo, cáncer de tiroides. – Alteraciones en el desarrollo del sistema neurológico
– Enfermedades metabólicas síndrome metabólico, diabetes y obesidad.
– Trastornos del sistema neuroinmunológico: encefalopatía miálgica/ síndrome de fatiga crónica/ síndrome de fatiga postviral (EM/SFC/SFPV), fibromialgia, y esclerósis múltiple.

Efecto Cóctel

Además, los EDC tienen un efecto cóctel, y pueden actuar conjuntamente de forma aditiva o sinérgica.

Numerosos estudios han mostrado la presencia de decenas de EDC en la población española, incluyendo mujeres embarazadas y niños. En España los niveles en el organismo de las personas de ciertos EDC (la llamada ‘contaminación interna’) son muy superiores a los de otros países, y representan una clara amenaza para la salud, denuncia Dolores Romano.

Para esta especialista, debido a sus características toxicológicas, los métodos tradicionales de evaluación del riesgo, incluidos en la normativa vigente, no son adecuados para proteger a la población y al medio ambiente frente a los EDC, y es necesario utilizar un nuevo paradigma,  aplicar el principio de precaución, y adoptar medidas urgentes para eliminar o reducir en la medida de lo posible la exposición a EDC, en particular la la exposición de niños y mujeres en edad reproductiva, embarazadas y lactantes.

Romano defiende también que las autoridades sanitarias y ambientales reaccionen de una vez y pongan en marcha campañas para informar a la población.

”Deberían seguir el ejemplo de otros países europeos, como Dinamarca, donde los médicos de familia informan a parejas jóvenes, embarazadas, familias con niños y adolescentes sobre pautas para reducir la exposición”.

Y en Francia, por ejemplo, señala Olea se han prohibido los tickets de supermercado, esos cuya letras y números se borran facilmente. porque están fabricados con un polímero, que contiene Bisfenol A.

“Quizás para un consumidor puede no suponer un gran riesgo, pero sí que lo es  para las cajeras que trabajan en el supermercado y están en continuo contacto. Dada  su edad y la posibilidad de quedarse embarazadas podría suponer una  exposición importante al embrión y al feto”.

A juicio del doctor Olea, el sistema sanitario está “a años luz de enterase de todo esto”. Fundamentalmente porque hay pocos médicos en atención primaria que hayan recibido esta información.

“Sí -reconoce- se encuentra cierta sensibilidad hacia el tema en el colectivo de los pediatras de atención primaria, porque son preguntados con frecuencia por padres y madres sobre los riesgos de exposición de sus hijos pequeños, pero en general no hay percepción del riesgo entre los médicos”.

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