Por Roberto Veras. –
Vivimos en una sociedad donde la gente habitualmente dice cosas groseras, ásperas, que con razón o sin ella, a veces son muy graciosa y a menudo bastante divertidas, pero otras no.
Las palabras groseras y ásperas tienen el poder de socavar a una persona hasta romperla en pequeños pedazos y eso no debe ser.
El viejo adagio dice: «Los palos y las piedras me romperán los huesos, pero las palabras nunca pueden herirme».
Es una completa tontería. Las palabras, si las pronuncia alguien cuya opinión sobre ti te preocupas, pueden romperte en mil pedazos.
Lo que importa es ser consciente de que el poder destructivo de la violencia verbal es enorme. Sea o no, como sucede a menudo en el tiempo, la violencia verbal muchas veces se convierte en violencia física.
Quizás el abuso verbal suene menos destructivo, pero funciona mediante el lavado de cerebro emocional. Decirle a alguien que te ama que les repugna, repetidamente, lo devastará psicológicamente.
Los depredadores se alimentan de carne cruda y los abusadores verbales son depredadores, ya sea que la violencia que utilizan sea verbal, emocional, mental o física.
Actúan como si tuvieran una licencia para lastimar a las personas, los abusadores verbales son un mal en las redes sociales y en nuestra sociedad.