Por José Núñez
Hay un refrán que es tan longevo o viejo como lo es de popular, y en esa misma medida lo es también de certero, aunque extrañamente, históricamente es subestimado y hasta ignorado por muchos, el cual dice así; «Cuando veas las barbas de tu vecino recortar, ponga las suyas a remojar», o también, se puede aplicar lo del remojo «cuando veas esas mismas barbas coger fuego».
Entonces, lo expuesto en el párrafo anterior es una advertencia surgida de la experiencia, y como ya es una tradición en el país el asunto de las divisiones en los partidos políticos, lo cual podemos observar en la historia de los últimos 50 años.
Sin olvidar, que también en otras épocas anteriores se vivieron los mismos escenarios de divisiones en los partidos, aunque las características eran diferentes, pero al fin y al cabo, fueron y son, debilitantes divisiones partidarias, y no resulta necesario hacer un memorial de épocas lejanas porque con los ejemplos del pasado reciente basta, éstos pululan.
Y este es un fantasma que por ser relativamente frecuente, ya es visible por lo evidente que se observa, donde el sentido común y el raciocinio han perdido todos sus espacios, aquí solo prima, qué tanto me beneficia en lo económico primero, y en lo social después, el asumir una posición, ya la ética, la moral y los compromisos andan de paseos.
Observemos por ejemplo, que los mismos partidos que están en el debate de hoy, son hijos de las divisiones. Ahí está el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), cuando se dieron los enfrentamientos entre Juan Bosch y Peña Gómez a principios de los años 70, lo que hizo posible el nacimiento del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) en diciembre de 1973.
En este mismo contexto, los choques políticos electorales de Jacobo Majluta y Peña Gómez, los cuales se intensificaron en los años 1989 y 1990, provocando el surgimiento de los partidos Revolucionario Independiente (PRI) y el Bloque Institucional Social Demócrata (BIS).
También en el PRD, del pasado muy reciente, años 2015 y 2016, sus enfrentamientos por candidaturas presidenciales más que por el liderato de la organización, hizo posible que surja el Partido Revolucionario Moderno (PRM), donde los protagonistas principales fueron; Hipólito Mejía y Miguel Vargas Maldonado.
La división en el PRD de donde surge el PRM, tiene las características de que quien peleó, perdió el liderazgo de ese nuevo partido formado de vetustos dirigentes, y el beneficiado, es el que se quedó en la sombra evitando los roces, Luis Abinader.
Debemos puntualizar, que en el Partido Reformita Social Cristianos (PRSC), sus choques que son tan o más comunes, no caen en el estatus de divisiones, son desprendimientos de algunos de sus dirigentes, los cuales han sido que se vayan estos políticos solos o con grupos de dirigentes de ciertas importancia, pero nunca con la calidad y categoría divisionistas de que pueda surgir una nueva estructura política temida. Y ahí está la historia.
Pero ahora, entre los morados parece que su cacareado orgullo de unidad, prueba lo contrario, se tambalea, y si la misma se desmorona, las causas apalancadas luego con los resultados, son de predicciones telúricas, pero nunca positivas al interior del PLD y de sus principales cuadros políticos y funcionarios estatales de primer nivel.
Por lo tanto, si a ese fantasma empantalonado entre los peledeístas no se le pone «un torniquete ya», aunque sus alegrías han sido extensas, pero de seguir este camino, la hemorragia de las frustraciones y penas podrían superar con creces la felicidad de ese pasado.