Por Ramón Grullón
En los estados donde las encuestas señalan a los candidatos con una diferencia superior al tres por ciento, Kamala tendría 226 votos electorales y Trump, 218. Con otros 94 votos electorales distribuidos en siete estados clave, a una semana de las elecciones no se refleja un ganador en ninguno de esos estados, convirtiendo estas elecciones en las menos predecibles de los últimos cien años en los Estados Unidos.
Para un candidato ganar las elecciones de los Estados Unidos se necesitan un mínimo de 270 votos electorales de 538
Al parecer, los resultados de las encuestas en Georgia, Carolina del Norte, Arizona, Wisconsin, Míchigan, Pennsylvania y Nevada no son concluyentes y se encuentran dentro del margen de error, evidenciando que el 5 de noviembre puede suceder cualquier cosa.
Según todos los sondeos, Kamala aventaja a Trump por un punto en Wisconsin y Míchigan, mientras que el candidato republicano tiene una ventaja de dos puntos sobre Kamala en Arizona. En los estados de Georgia, Carolina del Norte, Pennsylvania y Nevada, el promedio de todas las encuestas muestra un empate total.
En medio de este panorama, me encontré con tres amigos muy queridos de origen latinoamericano, al igual que yo. Durante ese maravilloso momento de buenas conversaciones con estas tres personas, muy respetadas y queridas por mí, surgió el tema de las elecciones presidenciales de nuestro país, los Estados Unidos de América.
Dos de ellos, que son hermanos, parecían estar inclinados por el magnate neoyorquino, mientras que el tercero, con una amplia cultura general, ofreció una explicación magistral que podría dar claridad a cualquier indeciso a la hora de votar.
En sus argumentos, reconoció que el candidato republicano ha sido, en su vida personal, un hombre exitoso en materia económica, pero que esa misma conquista lo invalida para ser presidente, ya que lo ha logrado en parte declarando varias veces quiebras de sus empresas para evadir impuestos.
Mi amigo nos decía que, antes de votar, él investiga el perfil y el historial del candidato, y que en todas las investigaciones sobre Kamala Harris no se le encuentra una sola falta ética de la cual avergonzarse. En su trayectoria como fiscal, disminuyó la delincuencia en California. Si tiene que elegir entre alguien que combate la delincuencia y otro que ha sido condenado varias veces por delitos fiscales, él elige a quien combate el crimen, por encima de quien lo comete. Además, como ciudadano norteamericano, considera que sería una traición a la patria de George Washington, Thomas Jefferson, Theodore Roosevelt y Abraham Lincoln votar por un candidato con un prontuario de acusaciones graves, como delitos sexuales, evasión fiscal e incitación a la violencia y al asalto del Capitolio.
Como latinoamericano que llegó a los Estados Unidos de manera legal en busca del sueño americano, jamás podría votar por alguien que, en medio de la tragedia de un huracán, lanzó papel higiénico desde un avión al pueblo de Puerto Rico, una isla de hombres valientes. Casi 50 mil soldados nacidos en esa hermosa isla fueron reclutados y llevados a luchar a Vietnam, y en su valentía más de 300 boricuas recibieron condecoraciones, mientras que cientos ofrendaron su vida en nombre de los Estados Unidos de América.
Los otros dos amigos, ciudadanos norteamericanos pero nacidos en el mismo país de la poetisa Gabriela Mistral, quedaron impactados por las palabras de ese querido amigo, quien, con la mejor versión de Colombia, describió cómo pueden peligrar los derechos de la mujer con un misógino en la Casa Blanca, que enfrenta decenas de acusaciones de agresiones hacia mujeres. Al final, mi amigo de origen colombiano me dejó la reflexión de que, amando y respetando a las mujeres, nos estamos amando a nosotros mismos, porque todo hombre nació del vientre de una mujer.
Yo pensaba en no escribir sobre la conversación con mis amigos, pero anoche vi en las noticias algo que me motivó a compartir la reunión: el candidato republicano, en un mitin celebrado este domingo en Madison Square Garden de Nueva York, se escudó en el presentador y comediante Tony Hinchcliffe para expresar, a través del humorista, lo que piensa de los puertorriqueños. Quien sabe un poco de psicología, aunque sea empírica, entiende que ese chiste del cómico es un reflejo de algunas conversaciones con Trump, donde el exmandatario expresó lo que siente por los puertorriqueños. Y aunque no haya tenido esa conversación, el trato que Trump dio a los boricuas durante el huracán María es indicativo de que, para él, Puerto Rico es una isla de basura, tal como lo dijo Hinchcliffe en un acto de Donald Trump.
Yo, que conozco Puerto Rico, sé que es una isla hermosa y llena de seres humanos nobles y de buen corazón, y no acepto que ninguna persona hable mal de Puerto Rico delante de mí.
Un candidato presidencial no puede permitir que un invitado estelar en una de sus actividades diga en su presencia: «hay una isla flotante de basura en medio del océano en este momento; creo que se llama Puerto Rico».
Los comentarios del invitado de Trump sobre que los latinos disfrutan teniendo bebés para que el gobierno los mantenga son una afrenta contra toda la comunidad latina.
En un país libre y democrático como los Estados Unidos de América, todos los votantes inscritos podemos votar por el candidato de nuestra preferencia, sin importar el nombre. En ese sentido, no le diré por quién votar; solo le pediré que asuma ese deber con responsabilidad. Y usted, como ciudadano americano de origen latino, vote por el candidato o la candidata presidencial que prefiera, pero hágalo a sabiendas de que, si vota por Trump, estaría votando en contra de usted mismo. Sin embargo, si vota por Kamala, es como si estuviera votando por sí mismo.